La larva blanda, hinchada de egoismo,
deformada por líneas carcelarias,
estira y estira ocelos y mandíbulas;
camina,
turge,
mastica hoja a hoja,
el árbol del futuro;
se empacha de savia y de futuro,
vomita y excreta futuro digerido,
restos inútiles del porvenir,
secuestrando el anhelo en sus tejidos,
engordando a base de días venideros escogidos,
esperando un invierno definitivo
para forjar un presente a base de hilo y equilibrio.
Y el frío, ridículo y adelantado,
indescifrable,
la sorprende, gorda de deseo,
congelada en ese anhelo alimentario,
seca e impotente, inútil
para vivir la primavera.
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