miércoles, 15 de octubre de 2008

camisas de días de fiesta

Colgadas al sol,
blancas como la intención de las seis de la mañana,
felices de ser acariciadas por un aire-viento
que ayer no estaba aquí y no conoce el porvenir.
Libres de la carga
que asola cada noche,
larga,
inútil,
silenciosa,
dolorosamente silenciosa.
Lejanas ya al monótono ruido
de los electrodomésticos domesticados.
Banderas de un reino sin cansancio,
úteros vírgenes suspendidos
en un mar de todavías...
Todavía puedo,
todavía soy,
todavía...
Qué lejos están las pinzas del destino,
qué oportunamente lejos
colgando de etiqueta el egoismo
de una velada de rostros velados
por la duda inevitable de la herida.