martes, 22 de septiembre de 2009

derrota

Arráncame la otra piel,
la de dentro, no la quiero.
Hiende el bisturí helado de tu reverberación
hasta que brote el color rojo de la última esperanza.
Nunca debí ser arquitecto.
Nunca debí hacer las maletas
que ahora lloran en tu barco.
Nunca debí contar las horas de tu madrugada.
Mis pies se deshacen al cruzar un puente.
Las uñas de mi cuerpo mutilado se clavan
siempre, como raices, en el otro lado.
Dédalo me alienta compasivo
con un trozo de cera en la otra mano.
Me han escrito un destino roto,
un lazo roto, un laberinto
que me encierra en tu nombre.
Ahora empiezan a llegar en procesión
los recuerdos amargos que burlé.
Debería empezar a llamarte derrota
aunque no puedo.
No. No puedo.
No hasta que el mar se acabe en algún sitio
o el otoño me arranque las espinas.
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