jueves, 14 de enero de 2010

alarmas

Casi siempre los sueños se hacen ruinas,
parece que pertenecen al pasado
y se venden como souvenirs en los templos de la nada.
Existen ecuaciones en los bordes de mis cosas
que previenen en silencio del declive,
de la forma de una pastilla,
del espacio de la sombra en el sofá.
Me juré a mí mismo no andar entre hipotecas
y mi alma ahora no tiene compradores.
Pero no sé hacerlo de otro modo,
no me enseñaron,
no había animales en la sábana de la sabana
para ver como otros más sabios los cazaban.
El mundo me sabe a zapato
dos tallas más pequeño,
aunque últimamente tropiece con mis propias payasadas.
Me tengo que marchar a otra alarma de trinchera,
a otra batalla de esta guerra
que he inventado yo.
Menos mal que tengo besos a la vuelta,
aunque esté malherido,
menos mal que sé que mañana
habrá otra sirena
y yo no tengo oídos sordos.
.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Cuántas pequeñas grandes emociones puede llegar a transmitir un microbio