domingo, 7 de octubre de 2007

historias de otros con mi nombre I

Y esa noche, por fin, el plancton
encontró su medida de nácar, su forma perfecta,
su geometría adiestrada de tiempo,
cabizalta, sonora,
escudriñada en la sombra pasada,
en su nostalgia aletargada,
en la rosa de los vientos escogida.
Venía lúcida y esclarecida,
inalcanzable para los minúsculos pseudópodos
que tocaban la luz filtrada de la vida.
Extrañó los nuevos colores y,
como buscando en sí un órgano sensorial
para sentirlos,
se bañó en el flujo salino del mediodía siguiente...
... y se agrupó como el primer ser viviente del planeta.
No sirvió apenas para nada.
Pasó la noche, pasó el día,
y la corriente le hizo de nuevo
pasto de ballenas innombrables.

No hay comentarios: