martes, 16 de octubre de 2007

mala fortuna

El dolor físico es un síntoma de estar vivo.
Una buena caída,
un esfuerzo supremo en pos de un objetivo,
un incidente fortuito y cotidiano
que desploma una fuente de heridas reales sobre
el que uno creía un mustio cuerpecito
frágil y propenso al infarto,
son, sin duda,
bendiciones
para tomar conciencia
de la máquina perfecta que uno maneja 24 horas al día,
de la vida desenfocada que uno vive,
del manto lunar que uno se echa cada noche
por encima, sobre la cama
vacía y desnuda
del insomnio.
La mala fortuna es, intrínsecamente,
transitoria
y el dolor pasa
como pasa un barco dibujando la línea del horizonte,
tan lento y paulatino,
que uno pensara que no va a desaparecer nunca.
La pregunta es
si eso que me acosa bajo las uñas,
bajo el momento inadecuado de soledad que cultivo
con esmero cada día,
bajo la última prenda que conoce mi secreto de piel y sentidos,
es mala fortuna
o un azogue pegado para siempre
en el envés de mi alma,
o de eso parecido al alma
que porta mi nombre
cada día.

2 comentarios:

chicaconsombrero dijo...

acabo de descubrir ésta página tuya!

por qué?!

ni me ha dado tiempo a pasear un poco por aquí, he ido directamente a escribirte.
¿cómo estás? ¿cómo fue el verano de sueño? ¿cómo va dobles?
preguntas, preguntas...

microbio dijo...

ya ves...
de vez en cuando prefiero un reguero de miguitas de pan a un primer plano.El pseudoanonimato tiene sus momentos.
Voy tal y como escribo después de un verano lleno de pequeños y grandes regalos. Creo que he cambiado. Dobles también está cambiando, a mejor. Ahora estamos en Tarambana los jueves por la noche... y por supuesto, estás invitada cuando quieras.