martes, 14 de abril de 2009

fragmentos futuros

[...] Y aún terminada la representación, el júbilo era tal que continuóse el festejo por más de tres horas entre canciones que espontáneamente la gente cantaba al abrigo de un laúd, comidas que compartían unos con otros y alguna barrica de vino que se vació en ir y venir de vasos. Todos juntos y mezclados, bailando y riendo, el mayordomo con la cocinera, el panadero con la dama de cámara, el mozo del establo con la mujer del tabernero, pues esa magia nos regaló el teatro...
[...] Marchóse al día siguiente el carro con aquel genio sin que en fin yo hubiera podido cambiar con él ni media palabra, y vi como su última mirada era dedicada a Mariana aún desde la lejanía. Así me parece, señorías, después de estos años, que debe ser y es siempre el amor, que llega como un viento inesperado y arranca el sombrero de la quietud bien que el que lo padece pensáralo tener bien amarrado. No, señorías, no es amor una tierra de labranza que da frutos con los años y que parte las espaldas día a día para darte confortamiento por las noches, sino vendaval que prende la yesca de la pasión para que no se apague sino cuando se apaga nuestra vida...
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