sábado, 17 de mayo de 2008

historias de otros con mi nombre III

El capitán,
ebrio del salitre de la vida,
guiña el ojo a una cámara imaginaria
y hace pose en el timón,
y zozobra en un lago de cal improvisado.
Ha pintado banderas y anclas espirales,
un tempo de minueto de bitácora,
una bocana que no llega, indescifrable
en mapas fondos clandestinos.
Ha deseado un faro sin escollos tantas veces
que la luz le parece traicionera,
y sólo canturea al ritmo del vaivén solitario de la espuma
mientras la niebla es una manta de alabastro
mientras el horizonte esculpe posibles epitafios solamente.
Girar el timón es un preciso ejercicio de polígonos
si no se quiere andar haciendo círculos.
Los bancos de peces hacen préstamos
a interés fijo y decadente
y, sobretodo,
hoy
y nada más que hoy,
perjuran sus labios con estrías.
No hay nadie que espere en un muelle cada noche,
que invente oraciones a la luna,
que teja penélopes tejientes.
Por eso el mar sabe a hostal de carretera,
a nostalgia de rostros infinitos,
y cada nombre tiene geografía,
y cada brisa pega a los labios los recuerdos
y los camarotes escupen acíbar y sermones.
.
.

1 comentario:

isabel dijo...

pos...
muchas gracias sinceras



por cierto:
"Por eso el mar sabe a hostal de carretera,
a nostalgia de rostros infinitos,
y cada nombre tiene geografía,
y cada brisa pega a los labios los recuerdos"

laostia
(en verso)
mua!